jueves, 1 de octubre de 2015

- Otra historia más sobre la lluvia. Le dice Nicolás a Florencia, que se la pasa el día escribiendo poesías en una hoja de papel.
- No. Esta es distinta. Dice ella, que aunque lo niega, Nicolás sabe que va a ser la misma y vieja historia.
- A que me la se de memoria. Vos dormías tapada hasta el cuello, y contabas las gotas de lluvia que pegaban en el techo de chapa de tu vieja y querida casa...
- ...Y de repente la ventana se abrió de golpe, y tuve que dejar de contar las gotas por que eran muchas, en mi cara. No, no es esa historia. Florencia siempre termina las oraciones de Nicolás. Más cuando se tratan sobre sus historias.
- ¿Y cual es entonces?. Nicolás se atreve a preguntar.
- En donde la tierra deja de ser tierra y por allá empieza el mar.
- Ah, es de esas historias. Nicolás la interrumpe.
- ... En la isla secreta donde viven los duendes del pacifico, solo una flor crecía. Los duendes semillas tiraban pero nada sucedía. El clima tropical y seco, solo hacia que esta flor pudiera auto sustentarse por ella misma. La fotosíntesis se producía, nada más, cuando a las tres de la tarde los rayos del sol alumbraban solo un pétalo de la rosa, ese pétalo producía agua y esa agua llegaba hasta los tallos mas profundos de la planta. Pocos eran los duendes que podían observar esta maravilla. Algunos lo llamaban la lagrima de la flor. Los días fueron pasando, y la flor más y más grande se hacia. Los años volaron y algunos duendes se retiraron también. La flor se transformo en una especie de protección, un fuerte donde los duende se escondían de aquellas criaturas que los querían atracar. Tanto creció, que tapo un poco el cielo, y los duendes ciegos se hacían de la luz del sol. Pero no podían creer esta maravilla, que solo ellos tenían. Ahora, solo tenían un problema, cuando la flor producía la fotosíntesis para seguir creciendo, todos los días a las tres de la tarde, una gran cantidad de agua caía por sobre sus pétalos. Las gotas eran gruesas y dulces, los duendes, que estaban rodeados de agua, nunca había visto nada igual. El mismo duende que le puso a la simple gota que hizo que la flor creciera, lagrima de la flor, puso a esta acumulación de gotas de agua que caían sobre sus cabezas, gotas de agua dulce, gotas de crecimiento, gotas gruesas de vida, las llamo lluvia.
Nicolás sonrío, tiene medio de admitirlo, pero sabe que la historia le gustó, entonces pregunta:
- ¿Y? ¿Cuál es la moraleja de esta historia?
- Que lo esencial es invisible a los ojos. Como la lluvia.

Florencia y Nicolás ríen, ambos no saben que por ahí, ellos tenían razón. Florencia siguió escribiendo poesías en su hoja de papel, y Nicolás siguió esperando a que ella le cuente otra historia.

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