lunes, 2 de junio de 2014

Nos miramos con deseo, nuestras manos se tocan intencionalmente, dijo una frase estúpida y tu respuesta es no lo hagas. Me miras directo a los ojos, me intimidas. Mordes tu labio inferior, me calentás. Bailas y acercas tu cuerpo junto al mio. La música se apaga, pero seguís agarrándome por el ombligo. Acercas tu boca hacia la mía. Pero como histérico te alejas. Me dejas con ganas de más, con sed de sexo, con hambre de paz. Me acerco devuelta y me haces cosquillas en el cuello. Dejame un chupón, o rompe me el corazón, grita con pasión, con ganas, con ardor. No me dejas hacer nada, pero sin embargo estoy haciendo todo yo. Te muestro la llave que tengo en mi pantalón. Bajamos cuidadosamente el escalón. La puerta llena de grafitos nos pone nerviosos. Al igual que el portero que nos mira penoso. Intentamos abrir el armazon, pero se nos traba la llave. No podemos entrar en el galpon, ni sacarnos el almohadón que separa las ganas de transformarnos en animales. Algo se rompe, junto con tu paciencia, te sentás a esperar. Me aburro, me voy. Me contaron que te quedaste esperando mientras que un tatuador dibujaba un camaleon.

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