Son casi las 6 de la mañana y me encuentro caminando sobre la avenida Las Heras, las finitas gotas de una lluvia que esta por empezar me mojan la cara. La sensación me agrada y por primera ves miro al cielo. Las calles están vacías y son pocos los autos que pasan, inusual para ser una avenida. El anonimato de la ciudad me supera y lo único que quiero es llegar a mi casa, sacarme las zapatillas y tirarme a dormir.
Entro a un banco para poder sacar plata y tomarme un taxi,de mi billetera se podría decir, salian moscas, son pocas las cuadras que tengo que hacer. Pero mi cabeza solo piensa en estar pegada a una almohada. Los tres cajeros disponibles escupen mi tarjeta y no quieren entregarme nada de plata. No me queda otra opción es o buscar otro banco y desviarme o empezar a caminar. Mis pies se mueven por inercia, y empiezo la caminata hasta mi hogar. En el camino me encuentro con gente sin sentido, que al igual que yo caminan entre las calles anónimos a aquellos que los ven desde otro lugar. Algunos se animan a saludar, pero yo solo me concentro en tratar de llegar.
Finalmente llego, pero en ves de irme a dormir, siento que tengo una anecdota aun mejor para contar. Entonces me siento y empiezo a escribir estas palabras, que mañana ya no van a tener ningún sentido.
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