sábado, 19 de enero de 2013

Era el 5 de Agosto, no me acuerdo si hacia frió. Lo que si me acuerdo es que llevabas una bufanda amarilla y bordo que me causaba gracia. Era un poco larga para vos pero me llenaba de orgullo por que me hacia acordar a nuestro héroe literario. O por lo menos el tuyo. No el mio.

El cielo estaba gris y las nueves querían tirar agua, pero alguien allá arriba no las dejaba. Yo pegue dos saltitos y refregué mis manos una al lado de la otra con fuerza. Siempre hacia eso para romper el hielo pero nunca funcionaba. Vos te reiste y yo sentí que me conocías, sentí como que me invadías con mis pequeñas cosas que pense que nadie se iba a dar cuenta que las hacia. Me di media vuelta y empece a caminar y vos me paraste y me invitaste a subir al auto. Hacia frío, entonces si hacia frío. Me subi.

Yo era un poco ridícula por que tenia un balde de pochoclos que habíamos comido hasta la mita y uno de esos vasos grandes que lo rodea una marca conocida de alguna gaseosa que te termina matando. Sigo siendo ridícula, en eso no cambie. Habíamos visto una película un tanto mediocre que no merecía ser discutida. Tenia un alto presupuesto entonces no me sentí mal. Al espectador común le hubiera gustado.

En el auto nos quedamos un poco callados, la siguiente canción me gustaba y el lo sabia. Habíamos llegado a destino y yo quería bajarme corriendo de ahí, pero me quede, por que quería terminar de escuchar la canción que ya la había escuchado mil veces, pero una ves mas no me iba a hacer mal.

Todos los malditos recuerdos se me vinieron a la mente y me sentí como en esas películas románticas cliché que son una porquería pero te terminan gustando por que tienen ese no se que. Y me acorde de que era un boludo.

La canción no termino, por que duraba 7 minutos, y la sitación estupida en la cual me encontraba no duraba más de tres. Así que me baje. Me gritaste algo pero no escuche. No podía parar de sonreír por alguna extraña razón.

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