Supongo, que los padres tienen sus diferentes métodos para retar a sus hijos, cuando son chicos, y nosotros cuando somos chicos lo único que sabemos hacer y bien es meterse en líos, o mandarnos alguna cagada.
El método de mis padres era muy eficiente. Cuando tenia alrededor de 6 años, no vivíamos en pleno centro de Buenos Aires, si no en un lugar, algo alejado. Éramos una de esas familias campestres, no al estilo Inglas, ni nada por el estilo. Pero vivíamos en el campo.
Vivir en el campo implica, que cuando es de noche, se es de noche y en el afuera, no ves a todos los edificios iluminados o las luces de las veredas prendidos, sino, por el contrario, no ves nada. No hay edificios ni luces. Solo podes observar lo que los pequeños faroles que están afuera de tu casa alumbran. Y créeme, no es mucho.
Nuestra casa tenia, bueno sigue teniendo, un jardín bastante amplio. Es muy grande, alrededor de una hectárea. A unos 50 metros de la casa, esta la pileta, y alrededor y en parque, hay plantas de todo tipo, entre ellas Jazmines, y algunos árboles.
El árbol que a mi más me llamaba la atención, era un Pino, un gigantesco arbusto, que debía tener sus años. Lo que más llamativo, era su imponente figura, y el hecho de que no estaba puesto derecho, sino que estaba inclinado hacia algún lado. En el pino, se ubicaba, un banco antiguo de madera. Era un muy buen lugar para sentarse a leer o hacer alguna actividad, por que su imponente figura marcaba una gran sombra, así que en verano, el lugar ideal para sentarse, y simplemente disfrutar era ese.
El pino no se ubicaba muy lejos de casa, algo así como a unos 10 metros. Pero a los 6 años de edad, todo te parece estar ubicado en lugares eternos de llegar. Y tal como durante el día el pino cumplía una gran Función, a la noche estar ahí no era muy agradable.
Ok, el punto, es que: Un día mis padres nos habían mandado a dormir, a mi hermana y a mi, en ese tiempo compartíamos el cuarto, así que regañando un poco nos fuimos. Era temprano y no teníamos sueño, pero como al día siguiente teníamos colegio, no nos quedaba otra.
En ves de dormir, con mi hermana, empezamos a hablar de las banalidades del día. Ya ni recuerdo que era exactamente. Cosas de chicas. Mi padre, vino y nos reto, porque no estábamos durmiendo. Pero nosotras no hacíamos caso y seguíamos hablando. La segunda llamada de atención, fue departe de mi madre. Y nos amenazo que con la tercera llamada íbamos a ir a dormir al Pino.
Nos asusto un poco, pero al fin de cuentas, nunca prometía lo que decía, la ida a dormir al pino, la veníamos escuchando desde hace bastante ya. Pero nunca realmente nos había mandado, así que nos tranquilizamos un rato.
Luego de un rato, mi hermana seguía sin poderse dormir, y de repente siento que algo grande se me esta por caer en la cabeza. Era su almohada. Me dio en el blanco, y me quedo doliendo la cabeza un rato. Yo enojada le devolví el golpe. Y de repente ahí estábamos, riéndonos y jugando a la guerra de almohadas en plena noche… Y paso lo peor.
Escuchamos pasos acercándose al cuarto, pero nosotras nos seguíamos golpeando, y de repente, ambos, Madre y Padre, estaba en nuestro cuarto. Su caras de serios y enojados., nos anticipaba que algo realmente se nos venia encima. Algo mucho peor que la primera caída de esa almohada en mi cabeza. Dios, que miedo me dio.
Con mi hermana nos miramos. Fija, esa mirada de cómplice, pero de miedo también. Empezamos a suplicar, pero nuestras suplicas no decían nada.
Nuestros padres, nos agarraron a mi y a mi hermana, ambos del brazo. Nosotras inmediatamente, agarramos nuestras almohadas, sabíamos adonde íbamos a parar, y ahí estábamos. De un segundo a otro, sentadas solas en el banco del Frío y terrorífico Pino.
Realmente la promesa se había cumplido, y habíamos llegado al lugar, que nunca hubiéramos querido llegar. Pero ahí estábamos y no había vuelta atrás.
Nunca me voy a olvidar la cara de susto de mi hermana. Yo le daba la mano a ella y trataba de no llorar. Nuestros padres nos habían mandado a dormir al Pino. Oíamos sonidos raros, que seguramente eran productos de nuestra imaginación. Las luces de la casa nos parecían eternas aunque, en realidad, estábamos a unos pocos metros. Y habremos estando sentadas ahí 10 minutos, aunque nos parecía que estábamos ahí sentadas por una eternidad. Todo parecía mucho peor de lo que realmente era. Pero esa ida al pino, nunca me la voy a olvidar. Luego mamá apareció, nos reto un poco más, pero volvimos a casa. Creo que el llanto desgarrador de mi hermana, la hizo cambiar de opinión, yo también llore un poquito. Pero a partir de esa noche, algo cambio y cada ves que nos amenazaba con que nos iba a llevar al pino, nosotras dejamos de molestar y nos íbamos a dormir enseguida.
Pasaron 15 años de ese evento. Y ahora vuelvo al mismo lugar donde todo eso paso. Ya nada es igual, el pino se callo. Y ya no esta más. Solo quedo el principio de su tronco donde las raíces quedaran plantadas para siempre. Como esa anegadota en mi cabeza.
Ver ese árbol, con sus ramas caídas sobre el jardín, me produjo algo de nostalgia. El pino, era el mejor, y a la ves, el peor lugar para estar. Y ahora ya no se puede estar, por que no esta. Es una de esas pequeñas heridas que a uno la vida le deja. Y lo que aprendí en esta vida es que hay que disfrutar más de las pequeñas cosas, por que en un momento están ahí y parecen que va a durar todo para siempre. Como esa ida al pino, la idea de que me iba a quedar a dormir entre su duro tronco y sus Hojas, que hacían sombras raras y nos daba la impresión de que algo se iba a aparecer, iba a durar una eternidad, aunque todo duro unos minutos. Pero de un momento para otro, nos dejan, y ya no están más. Solo quedan sus recuerdos. Que no queremos, pero sabemos que en algún momento se van a evaporar en nuestra mente.
Por que esta vida, es así. Cuando cumplí con tu siclo, te retiras y te vas a un lugar mejor. Como ese pino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opiniones reciprocas.